Rodeado por un OVNI

El siguiente extracto es del testimonio de un capitán de la Fuerza Aérea Portuguesa que asegura haber tenido contacto con un extraño objeto cuando volaba con su DHC-1.

Por el capitán Julio Miguel Guerra

En 1982, Julio Guerra, piloto de la Fuerza Aérea portuguesa, miró hacia tierra por la ventanilla de la cabina y vio un disco metálico que volaba bajo. De súbito se lanzó hacia él a gran velocidad. Durante una larga serie de acontecimientos, el objeto hizo alarde de una angustiosa variedad de maniobras muy cerca del pequeño aparato de Guerra, maniobras que también presenciaron otros dos pilotos militares que fueron avisados. Después de dejar la Fuerza Aérea, en 1990, con dieciocho años de servicio, Guerra fue comandante de Portugália Airlines, la compañía aérea más grande del país ibérico. No ha vuelto aver otro OVNI, pero recuerda con tremenda claridad aquel episodio que cambió su vida.

La mañana del 2 de noviembre de 1982 pilotaba yo un DHC-1 Chipmunk, con rumbo norte, en la región de Torres Vedras y la sierra de Montejunto, cerca de la base aérea de Ota. Era un día precioso y despejado y volaba hacia mi zona de trabajo, la zona E (eco), con intención de ascender a 2.000 metros para hacer ejercicios acrobáticos. Por entonces era un teniente de veintinueve años con diez años de servicio en la Fuerza Aérea, era instructor de vuelo del escuadrón 101 de la Fuerza Aérea y volaba en solitario con mi aparato.

A eso de las 10.50 de la mañana, cuando sobrevolaba la zona de Maxial a una altitud de 1.500-1.600 metros, advertí que por debajo de mí y a la izquierda, cerca del suelo, había otro «avión». Pero pasados unos segundos vi que aquel aparato tenía solo fuselaje. No tenía alas ni cola, solo cabina del piloto. Su forma era oval. ¿Qué clase de avión podía ser?

Inmediatamente viré mi aparato hacia la izquierda y di un giro de 180 grados, para seguir e identificar el objeto, que iba rumbo al sur. De repente el objeto ascendió en vertical hasta alcanzar mi altitud de 1.500 metros, y todo en menos de diez segundos. Se detuvo delante de mí, al principio con cierta inestabilidad, con oscilaciones y con un movimiento de tambaleo, pero luego se estabilizó y dejó de temblar: un disco metálico formado por dos mitades, una superior y otra inferior, con una especie de cinturón brillante en el centro. El sol se reflejaba en la parte superior. La inferior estaba más oscura.

Al principio se movió con mi avión, pero luego voló a velocidad fantástica, trazando una amplia órbita elíptica, entre 1.500 metros al sur y alrededor de 3.000 metros al norte, siempre de izquierda a derecha, repitiendo este circuito una y otra vez. Yo procuraba no perderlo de vista.

Cuando comprendí que era un objeto desconocido, llamé a la torre y dije al controlador que había un objeto extraño volando a mi alrededor. Él y otros de tres o cuatro aviones distintos dijeron que debía de ser alguna clase de globo. Algunos pilotos que volaban en otras zonas se burlaron y yo les repliqué diciendo que se acercaran y lo vieran personalmente, si no me creían. Les dije que si era un globo, ¿cómo podía ascender a 1.500 metros en unos segundos? Nadie respondió. Preguntaron por mi posición, mi zona de trabajo y dos oficiales de la Fuerza Aérea, Carlos Garcês y António Gomes, dijeron que vendrían a mi encuentro.

Mientras esperaba, quise saber más sobre aquel objeto. Aunque me encontraba cerca no sabía lo que era. Estuve solo con él quince minutos — que me parecieron una eternidad—, sin saber en ningún momento qué ocurriría a continuación ni si regresaría cada vez que se alejaba. Yo estaba allí, concentrado en seguir la trayectoria elíptica del objeto alrededor de mi aparato.

Cuando llegaron Garcês y Gomes con sus Chipmunk, aproximadamente un cuarto de hora más tarde, me preguntaron por radio dónde estaba. Les indiqué la posición y cuando lo vieron me sentí mejor, porque ahora había otros dos pilotos militares que habían visto lo mismo que yo. Se quedaron conmigo unos diez minutos, charlando por la radio, mientras el objeto seguía dando vueltas, trazando elipses casi idénticas. Yo estaba dentro de la órbita y ellos fuera, de modo que el objeto pasaba entre ellos y yo. Gracias a eso pudimos calcular el tamaño en relación con la longitud del fuselaje del Chipmunk (7,75 metros): medía alrededor de tres metros.

Transcurrieron diez minutos y yo seguía sintiendo curiosidad por saber más sobre el objeto, así que decidí interceptarlo, es decir, dirigirme hacia él, pero ligeramente hacia el costado, para obligarlo a modificar su trayectoria. Expliqué mis intenciones a mis compañeros. Como la velocidad del objeto era muy superior a la mía, volé directamente hacia un punto situado en su camino. Vino hacia mí, llegó a mi altura y se detuvo encima, como un helicóptero que fuera a descender y posarse, pero muchísimo más deprisa, violando todas las leyes de la aerodinámica. Estaba ya muy cerca de mí, a unos cinco metros. Yo estaba estupefacto. Cerré los ojos y me quedé paralizado, incapaz de reaccionar. No hubo impacto…

Entonces se alejó como un rayo hacia las montañas de Sintra y el mar. Todo esto ocurrió tan rápidamente que no pude hacer nada con el avión para eludir el objeto. Uno de mis compañeros lo vio todo.

El objeto había estado cerca de mí en varios momentos y pude comprobar que era redondo, que constaba de dos mitades en forma de casquete que se acoplaban perfectamente. Miré con mucha atención el de abajo, que me pareció de un color entre el rojo y el pardo, y tenía un agujero o punto negro en el centro. El cinturón central parecía tener una especie de red y posiblemente algunas luces, pero era difícil estar seguro, porque el sol brillaba mucho y se reflejaba.

Inmediatamente después de aterrizar cada uno de los tres presentó por escrito el habitual informe detallado sobre el incidente y revisaron nuestros aparatos en busca de daños, pero ya no volvimos a oír nada más sobre el particular en la Fuerza Aérea y los mandos militares no nos interrogaron.

Hablé sobre mi experiencia con los medios y no tuve problemas; el tema se trató con seriedad en muchos periódicos y en televisión, dado que éramos tres pilotos militares los implicados. Desde entonces se me han acercado personas para hablarme de otros incidentes con OVNIS, pero casi todas querían mantener en secreto sus experiencias.

Después de estar dieciocho años en la Fuerza Aérea, la dejé en 1990, y me puse a pilotar aviones comerciales y actualmente soy comandante de Portugália Airlines (TAP), aunque sigo volando en solitario. Sigo sin saber qué vi aquel día de 1982, pero mi pasión por volar no ha disminuido ni un ápice. Mi encuentro, aunque increíble, no ha cambiado mis sentimientos.


Referencias
  • Kean, Leslie, (2016), 4 Rodeado por un OVNI, OVNIS, Barcelona, España: Ediciones Urano, S.A.U.

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