A continuación se relatan algunos encuentros con “alienígenas y hadas”, tomados del libro “Realidad Daimónica” de Patrick Harpur:
Cuando era joven, el señor T. C. Kermode, miembro del parlamento de la Isla de Man, se dirigía caminando con un amigo a una fiesta en Cronk-a-Voddy, una noche de octubre, cuando su amigo miró por casualidad al otro lado de un pequeño río y dijo: «Oh, mira, ahí están las hadas. ¿Las habías visto alguna vez?». El señor Kermode miró obedientemente y vio «un círculo de luz sobrenatural que ahora considero “luz astral” o “luz de la naturaleza”, como la llaman los místicos y en la que se hacen visibles los espíritus». El lugar donde apareció la luz era un espacio llano rodeado por colinas bajas. En el interior de este espacia y del círculo de luz «vi llegar en parejas y tríos una gran multitud de pequeños seres (…) que parecían como soldados (…) vestidos de rojo. Se movían de un lado a otro en medio del círculo de luz, mientras formaban en orden como tropas de instrucción». Todos ellos se esfumaron cuando su amigo golpeó una pared con su bastón y gritó.
Un hombre de negocios de cuarenta años, el señor Angelu, conducía su motocicleta cerca de Figueres, España, una tarde de octubre de 1958, cuando vio caer algo del cielo como si se estrellara en un bosque cercano. Fue allí a ofrecer ayuda, pero se encontró con que el objeto no se había estrellado, sino que había aterrizado. Tenía la forma del clásico ovni, como un plato invertido encima de otro, unos ocho metros de diámetro y se sostenía sobre unas patas. En la «cabina» transparente de arriba se vislumbraba una figura, y había otras dos afuera, en el suelo, atareadas recogiendo algo. Tenían un aspecto humano, salvo que sus cabezas eran demasiado grandes y su altura de sólo un metro aproximadamente. Volvieron a meterse en su «nave», que se elevó por el aire y aceleró rápidamente hasta perderse de vista.
La noche del 9 de junio de 1960, una mujer que conducía rumbo a California alcanzó a una pequeña figura con sus faros. Ésta se volvió a mirarla y después salió corriendo. Medía noventa centímetros de alto y era ancha de hombros, larga de brazos y de color oscuro; tenía la cabeza en forma de calabaza y un par de ojos resplandecientes y de color amarillo anaranjado. A la mujer le dio la impresión de que tenía el cuerpo peludo.
Conduciendo por Stockton, Georgia, el 3 de julio de 1955, la señora Wesley Symonds vio a cuatro criaturas «de ojos saltones» cerca de la carretera. La que estaba de cara a ella tenía los ojos grandes y prominentes, una cosa parecida a una taza en la cabeza, una boca que no se veía, la nariz larga y puntiaguda y una barbilla que acababa en punta afilada. Sus brazos largos y delgados terminaban en unos apéndices como garras.
El 20 de octubre de 1954, cerca de Como, Italia, un hombre acababa de aparcar su coche en el garaje cuando vio a un extraño ser de alrededor de un metro treinta de altura. Llevaba un traje luminoso y se encontraba de pie junto a un árbol. Apuntó hacia él el rayo de una especie de linterna y el testigo quedó paralizado hasta que apretó el puño sobre sus llaves del garaje, movimiento que pareció liberarlo. Avanzó hacia el ser, que al instante se elevó en el aire y desapareció con un zumbido.
La presidenta del Instituto de Mujeres de Wellington pasaba las vacaciones en Cornualles con su hija cuando, bajando por un camino de curvas, se toparon con un hombrecillo junto a una verja. Vestía todo de verde, llevaba una capucha puntiaguda como sus orejas y las estaba observando. Ambas lo vieron y la niña gritó; estaban las dos «heladas de terror». Corrieron tan deprisa como pudieron hacia el transbordador que había más abajo.
- Harpur, Patrick, (2016), Alienigenas y hadas, Realidad Daimónica, Barcelona, España: Editorial Atalanta