Un enigma para la policia montada

Todo comenzó una mañana de noviembre de 1930, cuando el frío polar inundaba el norte del Canadá, Joe Labelle llegó con sus perros a la vista de un poblado esquimal que conocía muy bien, situado al borde del lago Angikuni, unos 300 km. al oeste de la Bahía de Hudson. Con la sola excepción de unas pieles movidas por el viento procedente del lago, nada vio en el poblado. Ningún perro ladraba, ningún humo ascendía hacia el cielo gris.

Joe Labelle buscó durante una hora alguna señal de lo que pudo suceder a los esquimales. Sobre los fuegos apagados colgaban ollas con alimento helado. El desorden parecía normal. No había nada que indicara una marcha precipitada. En una tienda de piel de caribú, Joe encontró prendas a medio confeccionar con aguja de hueso, y una cinta de cuero que alguna mujer depositó en el suelo antes de abandonar la tienda al ser llamada por alguien. Sólo los kayaks desplazados por el viento y desgarrados por las piedras al borde del lago parecían indicar que la partida se había operado desde hacía tiempo.

Jos Labelle silbó a sus perros y tomó el largo camino que conduce al fuerte Churchill, a unos 800 km. al sur, donde hallaría un destacamento de la famosa Policía Montada canadiense. Los policías regresaron con Labelle y pasaron varios días en busca de indicios. Hallaron las armas de las esquimales intactas en las tiendas, cosa muy extraña, pues para un esquimal el rifle lo es todo y nunca se separa de él. Trineos, raquetas para la nieve, todo estaba en orden. Los habitantes del pequeño poblado se habían ido a pie, hombres, mujeres y niños. Se creyó primero que se habían llevado los perros, pero el tercer día un policía los halló bajo un montículo de nieve, atados a unos postes. Después de devorarse entre sí, se habían muerto de hambre.

En otros túmulos, bajo, los cuales los esquimales solían enterrar a sus muertos, alguien estuvo hurgando. Los cuerpos habían desaparecido.

Según el informe de los policías, el suceso debió tener lugar en los primeros días de invierno: en las ollas que colgaban sobre los fuegos apagados hallaron ciertas frutas silvestres que suelen cocerse en el norte en esa época, ¿Por qué razón, esos cincuenta miembros del poblado salieron una mañana de sus tiendas y abandonaron el poblado sin llevar con ellos ropa de abrigo, alimentos, armas, lo cual equivalía a un suicidio en masa? ¿Por qué desenterraron a sus muertos? Y si ellos no fueron, ¿quién pudo haberlo hecho?

Es bien conocida la reputación de la Policía Montada de Canadá. Interrogaron a todos los esquimales de la región, pusieron sobre aviso a los tramperos y enviaron hombres a lo largo de miles de kilómetros de nieve y hielo. Incluso hubo hombres rana que se sumergieron en las aguas heladas del lago Angikuni, a pesar de que los kayaks eran prueba suficiente de que los esquimales no pudieron tomar ese camino. No hallaron la menor huella, y al final el asunto perdió Interés. No se ha hallado su solución, pero el caso sigue abierto… ¿A usted le gustaría investigarlo?


Referencias
  • Revista DUDA, (Abril 7, 1971). Un enigma para la policía montada, Revista DUDA, 1:(3)

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