El 23 de septiembre de 1880, David Lang, granjero del pueblo de Gallatin, en Tennessee, desapareció en medio del campo, a plena luz del día, cuando se dirigía caminando hacia su casa, a un lado de la carretera por donde llegaba en su vehículo un amigo de la familia, el juez Augusto Peck. Los niños vieron a su padre, que levantaba la mano y saludaba al juez:
—¡Hola, August!
Estas fueron sus últimas palabras, pues antes de que el brazo regresara a su posición, se había esfumado.
La señora Lang gritó. Ella y los niños se precipitaron hacia el lugar donde vieron al granjero por última vez. El juez Peck llegó corriendo. El espeso pasto no ocultaba ningún agujero, y en cincuenta metros a la redonda no había árboles ni matorrales donde el hombre se pudiera ocultar.
Acudieron los vecinos, y algunos hombres excavaron el terreno, pero no hallaron rastros del desaparecido. En la primavera siguiente, Sarah, hija del granjero, vio que en el lugar donde estuvo su padre, la hierba estaba amarillenta y formaba o mancha de tres metros de diámetro, que contrastaba con el resto del pasto, de color verde brillante. La niña corrió en busca de la madre, y los vecinos pudieron comprobar el hecho. Por la tarde, al ocultarse el sol, la pequeña regresó al campo acompañada por su hermano. Llamó a su padre con fuerte voz, y escuchó la voz de éste contestando. ¿Desde dónde llegó hasta los dos hermanos la voz del padre desaparecido?
- Revista DUDA, (Mayo, 1971). Los testimonios de lo insolito. Revista DUDA, (1:6)