¿Hay brujería en Inglaterra?

Aunque resulta difícil creerlo, en algunos apartados lugares de Inglaterra se practica aún la brujería inspirada en el antiguo culto celta a la madre naturaleza.

Para los iniciados, el primer hombre creado en la tierra se llamó Man (en inglés, hombre), palabra mágica por excelencia. Corresponde al nombre de Manannan, hechicoro y rey legendario de los celtas; al Manus antepasado de los Arlos; al Manú, primer hombre según los indúes; al Mentú (o Apolo) de los tebanos; al Manyuzend de los persas; y tal vez al Mana de los escandinavos, al Menes de los egipcios, y al Manitú de los pieles rojas canadienses.

Mana, palabra sagrada lo mismo en Occidente que en Asia y en la Polinesia, designa el principio o alma del hombre, así como el poder que emana de él. Es gracias a ese Mana que se pudieron transportar los bloques de piedra que formarían la Gran Pirámide, los altos menhires de Stonehenge y hasta las estatuas gigantes de la isla de Pascua.

¿No tendría igual origen el Maná que recibieron los hebreos camino de la Tierra Prometida? Ese Maná, más que un alimento, ¿no sería el símbolo de un saber que enseñaron los seres misteriosos llegados del Norte? ¿Y no resulta curioso que en la actualidad exista un lugar que no sólo conserva el nombre de ese “hombre”, sino que atesora las tradiciones más antiguas del mundo?

En una isla extraña

Por algo se considera a la isla de Man como la cuna del hombre blanco, donde nació la religión de sus antepasados. Pero ¿dónde está ese lugar fascinante? ¿En el centro del Tibet? ¿Perdido en la altiplanicie que fue morada de los incas?

Aunque pueda parecer extraño, la isla de Man está situada entre Irlanda y la culta Inglaterra, y no tiene su igual en el mundo, con sus montañas sagradas, sus campos salpicados de monumentos de piedra, de círculos mágicos, de cuevas tenebrosas ocultas bajo un manto de líquenes y de espinos.

En esta isla vivió hace miles de años Manannan Mac Lir, brujo celta que poseía grandes y poderosos dones, al decir de la tradición. Nadie podía seguirlo cuando cabalga en su rápido corcel (¿no sería un vehículo de fuerte propulsión?), ni cuando se desplazaba por los aires en un barco sin velas. (¿una nave voladora acaso?) Fue rey de la isla hasta su muerte. Pero la gente de Man asegura que duerme apaciblemente bajo una montaña (al igual que los faraones en su tumba), en espera de que un caballero “iniciado” halle el camino subterráneo y lo despierte.

Con estos antecedentes no es de asombrar que en la isla de Man se siga practicando el culto a los antiguos dioses. Se adora al carnero de cuatro cuernos, divinidad de los pastores nómadas y de la vida; y a los sabbats que se celebran con cierta frecuencia acuden numerosos fieles adoradores, además de turistas ocasionales a los que nunca se prohíbe la entrada. Estos brujos consideran que sus prácticas son sanas y no han de hacerse lejos de las miradas curiosas.

La gran sacerdotisa

En un molino abandonado que habilitaron como templo se adora a un dios cuyo nombre sólo pueden conocer por entero los iniciados del tercer grado. Es el dios más antiguo de la Tierra, y corresponde al Cerunos de los celtas, cuya frente está adornada con una doble pareja de cuernos, símbolo de la virilidad.

Preside la ceremonia la Gran Sacerdotisa, la diminuta Mónica Wilson, que oficia desnuda portando sólo una diadema, su collar y su jarretera de reina. Aquella persona que crea que estos sabbats terminan en orgías o en actos de adoración al diablo, está muy equivocada. La propia Reina Bruja se encarga de desmentir ese error:

—Nuestro culto es una auténtica religión, anterior a cualquier otra. Los druidas la practicaban ya.

Honra a las fuerzas creadoras de la vida, que deben unirse en una comunión a la vez física y espiritual. Esta religión se llama Wicca, que en antiguo sajón significa sabiduría. En nuestros ritos participan el amor y el erotismo, pero en un plano elevado que difícilmente comprendería el público. Fuera de nuestra isla nos miran con horror, pero están equivocados, porque sólo hacemos el bien.

Practican la magia blanca

Y así es. Durante la ll Guerra Mundial, los ocho mil brujos de Inglaterra conjugaron sus fuerzas para disuadir a Hitler de sus intenciones invasoras. Para ello utilizaron el Cono del Poder, que produjo choques tan fuertes que ocho miembros de la Wicca perdieron la vida, Pero eso no es todo: la Gran Sacerdotisa posee secretos que no puede revelar. Conoce las hierbas que curan, las invocaciones que ahuyentan a los malos espíritus, y tiene el poder de disolver una nube y de curar por el tacto. Emplea un método de concentración que le permite curar psíquicamente a un enfermo, y es a veces tan doloroso para ella que ha de gritar con fuerza.

Los brujos de la isla de Man celebraran danzas de fertilidad, completamente desnudos, para desarrollar así todo su poder. Se convierten entonces en verdaderos faros psíquicos, gracias a los cuales los campesinos obtienen cosechas triples y los enfermos sanan como por milagro.

La religión de la Wicca es pura y sana, dicen ellos. Sus ritos son los de sus antepasados, y remontan a los tiempos lejanos en que los “ángeles de Azrael” vinieron del espacio para fecundar a las mujeres terrestres. Tal vez por eso subsista en sus prácticas un resto de viejo erotismo, necesario para mejorar la raza.