Entre los amigos de Luis IX el Santo, rey de Francia, figuraba en primer lugar el judío Jechielé, hombre muy sabio que entre otras cosas inventó una lámpara que ardía sin aceite y mecha. Cuando este Individuo oprimía un clavo que había en la pared de su laboratorio brincaba una chispa azulada. Si alguien tocaba sin su permiso la manija metálica de la puerta, se retorcía de dolor y lanzaba agudos gritos. Un día, los indignados ciudadanos decidieron castigar a aquel “hijo del demonio”. Se agarraron del brazo para darse ánimos, y el más valiente llamó a la puerta. En ese instante, los asaltantes fueron lanzados unos sobre otros, y sintieron que los devoraba la tierra.
¿Fue ese Jechielé algún viajero del tiempo confinado para siempre en nuestro mundo? No faltan los que piensan en tal posibilidad, y observan muy atinadamente que los inventores de épocas lejanas no solían estar relacionados con ninguna escuela de la que hubieran sido discípulos, ni tampoco maestros. ¿Dónde aprendieron esos conocimientos que asombraron a sus contemporáneos?
- Revista DUDA, (Junio, 2, 1971). ¿Viajero en el tiempo?. Revista DUDA, (1:7)