Las leyendas de animales marinos monstruosos y terribles han acompañado a los marinos desde los albores mismos de la Humanidad: tritones y sirenas, es decir, seres medio peces medio hombres, adornaron la mitología para incorporarse luego a la literatura y ser, finalmente, aceptados como si tal cosa por la mayor y más fastuosa factoría de fantasías y embustes colosales, es decir, Hollywood. Mientras tanto, la inmensidad de los mares seguía ahí, con ignotas profundidades abisales en las que nadie sabía quién o qué podía habitar. En la actualidad, hemos de reconocerlo, biólogos y científicos marinos han acotado —por medio del imposible científico, es decir, combinando ingeniería biológica, sostenibilidad del ecosistema y posible sustento a obtener— las dimensiones y posibilidades de enigmáticos seres de estas características. También las exploraciones profundas han demostrado que el oscuro fondo de los mares es, en su gran mayoría, un inmenso piélago yermo y fangoso, donde no habita sino la soledad y la desolación. Sin embargo, a pesar de todo, los seres marinos desconocidos han sido capaces de dejar la historia jalonada de hechos extraños y estremecedores que vamos a repasar brevemente.
Inevitablemente, siempre han existido descreídos y escépticos desmintiendo todos estos «cuentos» de los que arribaban, estremecidos, a puerto; hasta que sucedían hechos comprobados como que, en 1887, apareciera en Nueva Zelanda el cadáver de un enorme calamar gigante, el kraken, de 17,3 metros de longitud de cabeza a palpo, cerrando muchas bocas. No menos significativa fue la aparición de un pulpo en Puget Sound, en 1973, con siete metros de cabeza a extremo de los tentáculos (en el Museo de las Ciencias de Londres hay un calamar de 8,5 metros). Pero lo más aterrador puede que sean las apariciones, o pesca en artes de arrastre, de «carcasas» (es decir, mudas de piel), de animales marinos imposibles de catalogar. En 1897 apareció una en Florida, de la que hay escasa definición, pero, en 1977, un pesquero japonés pescó otra bien fotografiada que los biólogos sólo pudieron catalogar como de un ¡plesiosaurio!; por último, en 1988 se encontró una última en Bermudas de ¡cincuenta metros! de longitud. ¿De qué animal podría proceder?
Lo más llamativo, sin embargo, acerca de animales marinos gigantescos son los sucesos que han provocado. Muy frecuentemente, barcos en travesías oceánicas han realizado avistamientos de estremecedores duelos entre cachalotes y su presa preferida, el calamar gigante. Entre ellos está la descripción del ballenero americano Cachalot, testigo de una de estas peleas en plena noche. Surge inmediatamente la duda: ¿podría un kraken furioso confundir el casco de un barco con un cachalote al que atacar? Como respondiendo a esta pregunta consta un famoso suceso del año 1874 en el golfo de Bengala, confirmado por testigos. Se trata del ataque de «algo», seguramente un calamar gigante, a la pequeña goleta Pearl de cincuenta toneladas, casi en los ocho grados de latitud norte y ochenta y cuatro este. Los que presenciaron el ataque se hallaban a bordo del vapor Strathowen, viendo cómo el animal, surgido de las profundidades, hizo presa en el casco de la goleta y lo escoró hasta dejarlo «dormido» —tumbado sobre la mar— echándolo a pique. De los siete tripulantes, se salvaron cinco, incluido el patrón, que pudo contar cómo, en la más absoluta encalmada nocturna, unos tentáculos subieron a bordo por la zona de entrepalos (es decir, el combés) atrapando a uno de los marineros desaparecidos contra el palo y volcando la goleta. Tal vez hubiera corrimiento de carga o el buque anduviera corto de lastre, pues de otra forma el peso de un calamar, por grande que fuera, no lo hubiera podido volcar; precisamente fue este hecho el que hizo dudar de la historia, y la polémica continúa hasta nuestros días.
No menos estremecedor es el ataque, el año siguiente, de «unos tentáculos» al bote pesquero tripulado por Piccot y los hermanos Daniel y Tom Squires, tras haberlos tocado con un bichero. Los valientes muchachos lograron rechazar el ataque cortando uno de ellos, que fue su trofeo. Otra historia similar es la del capitán Jean-Magnus Dens, que, efectuando una travesía transatlántica en condiciones benignas, puso a dos hombres a repasar el casco por el exterior, en un pequeño andamio; surgió entonces, de improviso, un calamar de las profundidades que atrapó a los del andamio con un tentáculo, enredando con otro la jarcia y una tercera víctima a la que, afortunadamente, la rápida reacción de los tripulantes, con hachas y alfanjes, pudo liberar. Se intentó entonces pescar al cefalópodo, pero en vano, así como recuperar a los dos expuestos e infortunados trabajadores.
Uno de los testimonios más acreditados sobre calamares gigantes fue el publicado en 1946 por la revista Naturen, procedente del capitán Groenningsaeter de la Marina noruega; siendo oficial del petrolero Brunswick, de quince mil toneladas, en su navegación por el Pacífico, contabilizó hasta tres ataques al buque en pleno día, estimando el tamaño de los calamares en unos diez metros cada uno. Navegando el barco a doce nudos, el animal los adelantaba atacando de frente en la zona de proa, añadiéndose al topetazo el inconfundible vertido de tinta, mientras con los tentáculos trataba, en vano, de asirse o alcanzar la cubierta del petrolero. Esta desproporcionada agresividad terminaba muy mal para el monstruo, despedazado por la hélice; pero que un animal de estas dimensiones se «atreviera» con el casco de un petrolero, inmensamente más grande que un cachalote, no deja de ser significativo. ¿Qué sucedería si la tomaran con un pequeño velero?
Los casos de serpientes son mucho más imprecisos; en 1860 el velero British Banner informó haber avistado una. En 1905, el yate Valhalla, navegando frente a la costa brasileña, describió un ser viviente de unos noventa metros de largo, con aleta dorsal de más de medio metro, cuello de dos metros de largo y cabeza de tortuga; el encuentro, de madrugada y a la luz de la luna, se comunicó a la Sociedad Zoológica, que lo publicó en la revista Proceedings. Durante la Primera Guerra Mundial, en mayo de 1917, el crucero auxiliar Hilary, de unas seis mil toneladas, creyó descubrir un submarino alemán cerca de Islandia; pero el capitán Dean ordenó no disparar, acercándose a unos veinticinco metros para ver una criatura marina con ¡cabeza de vaca! aunque careciendo de orejas y cuernos, color negro y con una franja frontal, cuello de seis metros y aleta de más de uno; alejándose media milla, abrieron fuego contra el monstruo y este desapareció.
Dos días después, el Hilary fue hundido llevándose los detalles en su diario de a bordo. Por último, está el polémico caso de isla Hook, protagonizado en 1964 por el fotógrafo Le Serrecy el submarinista De Jong, que, desde una barca de seis metros, fotografiaron «algo» de veinte metros de longitud, como una serpiente marina marrón de metro y medio de diámetro, con una herida en el costado y boca de un metro; luego se ha dicho que se trató de un montaje. Pero lo cierto es que el fallecido investigador Bernard Heuvelmans, especialista en fauna desconocida (criptozoología), documentó más de medio millar de avistamientos de animales marinos, el trece por ciento de ellos sin posibilidad alguna de fraude. ¿Existen los monstruos marinos?
- San Juan, Victor, (2016), Extraños sucesos navales, Crónica de los más sorprendentes misterios marítimos de los siglo XIX, XX, XXI, Calamares gigantes y serpientes, España, Nowtilus, S.L.