Ruggiero Giuseppe Boscovich

Un genio excepcional, un hombre que parece personaje de novela fantástica y una mente que se anticipó a importantes descubrimientos del siglo XX, eso fue Ruggiero Boscovich.

Al revisar su descomunal obra, sus increíbles aciertos en los terrenos de la física y la matemática nos preguntamos, dejando volar la fantasía, si Ruggiero Boscovich no fue un hombre del siglo XX que por alguna razón nació equivocadamente en el siglo XVIII.

La geometría no euclidiana, que la ciencia oficial, por desconocimiento, atribuye en el año de 1825 al ruso N. I. Lobachesky, es formulada ¡siglo y medio antes por Boscovich!

Pero no solamente la geometría no euclidiana es de la paternidad del notable yugoslavo; dos siglos antes que Alberto Einstein formula la teoría de la relatividad, y así mismo la teoría los quanta, que finalmente se atribuye al científico Max Planck en el año de 1900. Sin embargo, todos estos extraordinarios descubrimientos son sólo une pequeña parte de lo planteado por esto talento excepcional que abordó problemas que no obstante el desarrollo técnico y científico del siglo XX no nos hemos atrevido a encarar. Ruggiero Boscovich se ocupa en pleno siglo XVIII, de la posibilidad de existencia de universos paralelos que se interpretan siendo independientes unos de otros. Plantea también posibilidades que se nos antojan fantásticas. como la existencia de tiempos que no estamos viviendo, acontecimientos que no obstante que ocurren no suceden en el presente, pero no pertenecen al pasado y jamás sucederán en el futuro.

En su obra audacísima y alucinante producida a largo del siglo XVIII, se hallará la noción de lo que es continuidad, las formas de materia de elevada densidad, los universos que son a la vez ilimitados e limitados, los conjuntos de medida nula, los campos moleculares, la idea de que el universo no puede regresar a su estado inicial, la proporcionalidad entre masa gravitacional y masa inerte, y muchos otros complicadísimos conceptos que a pesar de resultados ininteligibles ¡forman parte medular de los últimos avances de la física y de la matemática del siglo XXI!
De este hombre extraordinario se sabe, por la declaración que hace en Roma cuando llega a estudiar, que su nacimiento ocurre el 28 de mayo de 1711, en la ciudad de Ragusa, Yugoslavia, y que es el séptimo hijo de un padre que a su vez fue también séptimo hijo, circunstancia que seguramente llamará la atención de los espíritus observadores.

Curiosamente, la ciudad en que nace Boscovich parece predestinada a producir grandes cerebros, talentos que han de transformar el mundo. Ahí nacen personajes como Martin Getaldic, verdadero creador de la geometría analítica, no obstante que es atribuida a Descartes en 1632. También en Ragusa ve la primera luz Iván Daninic, genio que fue el primero en ocuparse del estudio de las manchas solares.

Pero volviendo a Boscovich, éste tiene 14 años cuando llega a Roma e ingresa al colegio Jesuita. Aprende allí humanidades, griego, latín, hebreo, matemáticas y física, A los dieciséis años llama la atención de sus superiores por su gran laboriosidad, y le permiten prestar juramento de pobreza, castidad y obediencia.

Algo extraño la pasa a Boscovich, pues a partir de esa fecha sus conocimientos crecen de manera anormal e inexplicable. Cuando tiene 20 años comienza a ser mirado con profundo respeto por los eruditos y sabios de la época. Su interés y profundos conocimientos del álgebra asombran a todos los que le tratan. La obra de Isaac Newton (otro mutante del que después nos ocuparemos) le interesa apasionadamente y la estudia con ahínco. Por esa época Ruggiero es un muchacho delgado que escribe extraños poemas proféticos mientras contempla las estrellas.

En 1735, cuando tiene sólo 24 años publica una disertación en latín sobre la posibilidad de aplicar la geometría a la astronomía y poder determinar el periodo de rotación del sol a partir ¡únicamente de 3 observaciones de una mancha solar! Dos años después publica un trabajo sobre la aurora boreal y afirma que ese fenómeno es producido por la actividad solar. Ahora, a más de 200 años de distancia y gracias a los satélites artificiales y al descubrimiento del llamado viento solar, se han confirmado plenamente sus teorías. Pero Boscovich todavía realizará muchas obras portentosas. Acaba de cumplir 30 años cuando es llamado por el Papa Benedicto XIV para que se ocupe de reparar la cúpula de San Pedro, que amenazaba ruina. La solución que encuentra Boscovich es simple y genial: rodea la cúpula con cinco anillos de hierro y la salva. Maravilla tanto al papa este trabajo que Boscovich queda encargado de la reparación de la Basílica del Vaticano.

Comienza entonces a ser buscado por cortesanos y hombres de talento, se cartea con sabios de todo el mundo y es nombrado miembro de numerosas academias científicas. Viaja por todo el mundo. Se lo asignan las más variadas empresas diplomáticas, pero pese a estar en medio, de un torbellino de vida mundano dedica una gran parte de su esfuerzo intelectual al libro que está escribiendo y que reúne de manera grandiosa todos sus conocimientos científicos. El libro en cuestión es la “Theoría philosophae naturalis” que se publica el 13 de febrero de 1758. Esta obra, aun para el nivel de ciencia actual resulta tan notable y visionaria que parece imposible se escribiera en el siglo XVIII.

Poco después visita Francia y se interesa en la inoculación de la viruela. El 12 de julio de 1769 es elegido miembro de la Royal Society y conoce a Benjamín Franklin, quien le habla de sus experimentos con la electricidad. Posteriormente. hace exploraciones arqueológicas. Afirma que es necesario excavar en busca de las ruinas de Troya, pero todos se ríen de él, argumentando que esa ciudad sólo existió en la mente de Homero, el poeta griego. Un siglo más tarde, un alemán: Heinrich Schliemann, sigue su consejo ¡y encuentra Troya!

Su mente funciona ya a una capacidad que no nos es imaginable. Estudia la explotación del caucho, la eliminación de los mosquitos de los pantanos, la creación de un año geofísico internacional. Parecían los suyos los trabajos de un científico de este siglo.

Años después es nombrado por el gobierno francés director del departamento de Óptica Militar, cargo en el cual inventa un telescopio acromático y un microscopio objetivo. Boscovich se va haciendo viejo, sus ideas son cada vez menos entendidas por la gente. Parecía que hablara un lenguaje ajeno a su época. Una grave melancolía se apodera de él y finalmente, muere en la ciudad de Monza, Italia, el 13 de febrero de 1787. El siglo XVIII aprisiona así a un espíritu que nace 200 años antes de su tiempo.

“Se encontrará que todo depende de la composición de las fuerzas con las que las partículas de materia actúan entre sí; y de estas fuerzas, de hecho, todos los fenómenos de la naturaleza tienen su origen.”
-Ruggiero Giuseppe Boscovich


Referencias
  • Revista DUDA, (Abril 7, 1971). El reloj hallado en el mar, Revista DUDA, 1:(3)

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