En aquel entonces eran comunes y corrientes los relatos o películas en los que al héroe, en contra de su voluntad, se le aplicaba en las venas una inyección de suero de la verdad; caía poco después en una especie de sueño, y al encontrarse en ese estado era incapaz de mantener en secreto la más importante información que poseyera.
Pero ¿es cierto todo lo que se ha dicho acerca del suero de la verdad?
Aunque parezca novela de aventuras es necesario subrayar que, efectivamente, durante la II Guerra Mundial, fue cuando se popularizó entre los servicios de contra espionaje e Inteligencia militar el uso de dos sustancias: el Pentotal sódico y el Amital sódico. Ambas se les dio el nombre común de “suero de la verdad” y fueron aplicadas a espías o personajes a quienes se suponía poseedores de secretos militares o científicos.
¿Qué es y qué efectos produce?
El pentotal o el amital sódico son simplemente anestésicos cuya introducción en la vena se hace muy lentamente suspendiéndose su aplicación un poco antes que el paciente caiga en la Inconciencia. Ese momento es aprovechado por los psiquiatras para iniciar el narcoanálisis, esto es: un cuidadoso interrogatorio encontrándose narcotizado el paciente.
¿Por qué fue usado en la II Guerra Mundial?
A pesar de que excepcionalmente hay quien pueda superar la prueba del suero de la verdad, es un hecho que en la mayoría de los casos un hábil interrogatorio pone al descubierto los más recónditos secretos de la mente, Tan es así que independientemente de que algunos espías les fueron arrebatados secretos usando este método, también fue utilizado para curar, en miles de soldados, la neurosis de guerra ocasionada por recuerdos de sucesos trágicos que reprimían conscientemente. Con la aplicación del suero de la verdad, el soldado liberaba el recuerdo de los momentos dramáticos y era ayudado de ese modo por el psiquiatra para enfrentar al combatiente con temores sepultados en su mente.
¿El paciente dice siempre la verdad?
Es difícil responder categóricamente a esta pregunta. Se supone que cuando un hombre está a punto de sumirse en la inconsciencia pierde la mayoría de sus controles y por eso le resulta tan complicado sostener como verdadera una historia inventada por él. Sin embargo, es interesante apuntar que un hombre de excepcional fortaleza de ánimo, o un loco que creyera a pie juntillas en sus alucinaciones, pasarían limpiamente la prueba del suero de la verdad.
Conclusión:
En el caso del joven “S” de Sacramento, California, no pretendemos asegurar ciento por ciento la veracidad de su relato apoyándonos únicamente en el hecho de que se sujetara voluntariamente al tratamiento del suero de la verdad y que su relato sonara a verdadero a los especialistas que lo interrogaron. Nos parece que el suero de la verdad unido al tratamiento hipnótico, a las pruebas que se encontraron en el lugar de los hechos y el que un compañero de “S” viera un objeto luminoso: descender desde el cielo, hasta más o menos el lugar en que estaba el árbol que sirvió de refugio a “S”, son demasiadas pruebas hasta para una persona no exageradamente escéptica.
- Revista DUDA, (Abril 7, 1971). El suero de la verdad, Revista DUDA, 1:(3)