Esta vez nos ocuparemos sobre un artículo publicado por la “Revista DUDA”, acerca de extrañas apariciones de bestias reportadas el siglo XVIII y XIX.
Cuando menos por pudor debemos callar el nombre de aquel sabio que cuando escuchó por primera vez una voz humana saliendo del fonógrafo, por aquel entonces recién inventado, dijo que aquello “se trataba seguramente de un engaño, pues no era posible que con medios mecánicos se reprodujera la voz humana”.
De los siguientes casos muchos dirán que es imposible que hayan ocurrido, pera sucedieron en las fechas y en los países que anotamos.
LA BESTIA DE DEVONSHIRE
En la noche del 7 al 8 de febrero de 1855, un ser misterioso salió del mar y se paseó por el campo y los pueblos de Devonshire, cerca de Exmouth, en Inglaterra. Nadie lo vio, pero como había nevado la víspera, dejó huellas sobre más de 150 kilómetros. Las huellas eran pequeñas, en forma de herradura, de 12 cm. de largo y 8 de ancho. ¿Las huellas de un burro? No, porque ningún asno ha caminado jamás en línea recta colocando los cascos a una distancia de 28 cm. exactamente unos de otros. Y aun tratándose de un burro sabio, no hubiera podido ser una línea recta como la que trazó el extraño visitante, ¡pasando por encima de muros y tejados! Ningún burro, ni tampoco ningún hombre, por bromista que fuera, habría podido cubrir esa distancia en una sola noche, comprendida la travesía de una porción de mar. Además, en un caso semejante, hubiera dejado otras huellas.
“Sabios de la época hablaron de lobos, de ¡canguros! de pájaros y de muchas otras cosas, pero no se pusieron de acuerdo en nada, según es en ellos costumbre, La gente del país atrancó las puertas, los hombres vigilaron escopeta en mano, y en las iglesias las viejas rezaron más de lo usual y dijeron que sólo podía tratarse del diablo en persona.
HOLANDA TAMBIEN FUE VISITADA
Un extraño visitaste, descendiente tal vez de aquel que visitó Devonshire en febrero de 1855, salió del mar cerca de Scheveningen, en Holanda, en la noche del 9 de enero de 1913, Había nevado en abundancia, y a lo largo de 200 kilómetros dejó unas huellas sorprendentes. Algunos entusiastas voluntarios las siguieron desde la orilla del mar, y vieron que terminaban también al borde del agua, en una línea recta que superaba los obstáculos, —incluso los muros verticales—., en lugar de darles la vuelta. En un lugar lleno de matorrales, el misterioso visitante pasó a través de los mismos ¡sin sacudir siquiera la nieve de las ramas!
…Y El ESTUARIO DEL TAMESIS
En noviembre de 1953, unos pescadores de las islas Canvey, situadas en el estuario del río Támesis, hallaron un animal desconocido varado y muerto en el fango. Lo sacaron del agua, lo cubrieron. con algas y fueron en busca de la policía, que a su vez pidió ayuda a los sabios de Londres. Estos examinaron el curioso animal, lo midieron, lo fotografiaron y admitieron que no se parecía a ningún otro ejemplar ya catalogado.
Era una criatura marina, pero con pies y piernas que le permitían caminar fuera del agua. Erguida, medía unos 80 cm. Su piel era color café tirando a rojo, y la cabeza blanda con ojos protuberantes.
En esta edad de la técnica, cuando incluso la policía dispone de refrigeradores para conservar lo que sea, los sabios concluyeron que no podían concluir en nada, y mandaron incinerar el cuerpo, después de lo cual ¡se despidieron!
Poco más tarde, el 11 de agosto de 1954, el reverendo Joseph Overs paseaba a lo largo de la playa, a unos tres kilómetros del lugar donde seis meses antes apareció el animal desconocido, cuando descubrió un extraño cuerpo traído por el mar. Un niño fue a avisar a la policía, y ésta solicitó de nuevo la ayuda de los expertos. Este segundo espécimen estaba en mejor estado que el primero. Medía 1.20 metros y pesaba unos 15 kilos,
El informe de los sabios —esta vez sí hubo informe— precisó que el animal tenía dos grandes ojos, branquias y una boca provista de dientes afilados. Su piel rosada y sin escamas tenía el espesor y la consistencia de la del puerco. Pero lo más extraordinario era el hecho de que ese animal poseía pequeñas piernas en el extremo de las cuales había unos pies minúsculos, rematados por cinco dedos dispuestos en forma de herradura, Y la planta del pie era perfectamente cóncava.
- Revista DUDA, (Mayo 5, 1971). La misteriosa bestia de Devonshire, Revista DUDA, (1:5)