Escrito bajo el seudónimo de Fulcanelli en el año 1922 y publicado hasta 1926 en Francia con el titulo original “Le Mystère des Cathédrales”, esta escrito con juegos de palabras en latín y griego con símbolos de alquimia, con subtitulo “et l’interprétation ésotérique des symboles hermétiques du Grand-Œuvre”(y la interpretación esotérica de los símbolos herméticos).
Publicada al español por primera vez en diciembre de 1967 en esta colección con una traducción de J. Ferrer Aleu por la editorial Plaza y Janes, El libro El Misterio de las Catedrales habla principalmente de las catedrales góticas de París, Amiens, y Bourges construidas en la baja edad media y llena de símbolos masones que contenían mensajes ocultos que permitirían el descubrimiento de la piedra filosofal, como el de la catedral de Chartres y su laberinto.
Existen muchas hipótesis sobre la verdadera identidad del autor, probablemente Fulcanelli son un grupo de personas alquimistas y magos metidos en el mundo de la alquimia y esoterismo o el famoso Conde de Saint Germain.
En 1926, el mítico alquimista Fulcanelli le entregó a su único discípulo este extraordinario manuscrito sobre el estudio hermético de la construcción de las catedrales góticas. Luego desapareció para siempre. El misterio de las catedrales descifra la simbología que encierran las catedrales góticas de Europa y que revela, desde hace 700 años, todos los secretos de la alquimia.
Este libro constituye un sorprendente y revelador estudio sobre las obras maestras del arte gótico, así como un compendio de la sabiduría hermética. Obra poblada de símbolos y referencias a los más diversos aspectos del conocimiento, el misterio de las catedrales es uno de los libros más fecundos y enigmáticos de la historia. El legado de Fulcanelli invita a la interpretación y, a lo largo de los años, ha promovido una saludable polémica intelectual.
- Prólogo de la primera edición
- Prólogo de la segunda edición
- Prólogo de la tercera edición
- El misterio de las catedrales
- París
- Amiens
- Bourges
- La cruz cíclica de Hendaya
- Conclusión