Extraños organismos vivos

Por regla general, cuando se habla de la posibilidad de vida en otros planetas, el principal argumento: que se esgrime en su contra es que éstos no reúnen las condiciones físicas de nuestro planeta: Lo cual resulta absurdo, pues basta con volver los ojos a nuestro propio pasado para recordar que la Tierra fue primero una masa ardiente en la que ninguna forma de vida pudo existir, y que sufrió una serie de enfriamientos y calentamientos sucesivos, con explosiones atómicas aterradoras y fenómenos de toda índole.

Pues bien, a pesar de tales cataclismos, en la superficie terrestre existe una especie evolucionada como es la humana, que ha hallado el modo de borrar cualquier vestigio de su evolución y de su desarrollo.

Los tardígrados, también llamados osos de agua, son criaturas de menos de un milímetro de largo que pueden sobrevivir cuando son sometidas a temperaturas de hasta 150 °C y congeladas a casi cero absoluto.

Seres que no respiran

Ahora bien, si entre nosotros se ha logrado llegar a una especie “cercana a la perfección”, ¿por qué no pudo suceder lo mismo en otros planetas? Claro que no faltarán las objeciones a esa teoría, como las condiciones privilegiadas de la Tierra (atmósfera respirable, temperatura propicia), favorable situación con respecto al Sol, y otros argumentos más o menos válidos. Pero ¿debemos aceptar como únicas formas posibles de vida las que conocemos, las que nos rodean? ¡De ningún modo!, y si alguien afirma que sólo es posible la vida en un medio: rico en Oxigeno, está en un error: los Amilobacter, bacilos que pululan en los suelos se desarrollan en el anhídrido carbónico y mueren en contacto con el oxígeno tan vital para el hombre. Y ese mismo oxigeno; resulta mortal para los bacilos del tétanos y para las tiobacterias, que respiran azufre. No son éstos los únicos casos: existen unos microorganismos que viven perfectamente en el gas de los pantanos, y otros que sólo se desenvuelven en el gas cianógeno o en el ácido prúsico, que son venenosos para las especies superiores.

Por eso, resulta absurdo pensar que únicamente pueda haber vida al estilo humano. El científico francés Galippe descubrió en viejos papiros egipcios esporas capaces de volver a la vida. Otro científico, el inglés McFayden, sometió las esporas del bacilo Splenite a una temperatura de 250 grados bajo cero, y las recobró perfectamente vivas pasados unos meses. Y Becquerel las expuso -a igual temperatura, sin aire y sin agua, y también sobrevivieron. Del mismo modo, se han descubierto microorganismos capaces de resistir explosiones atómicas, oleadas de radiaciones y descargas de corriente alterna de … 800,000 vibraciones por segundo.

También las plantas

Si los microorganismos, que son las formas de vida más simples, poseen tan sorprendentes cualidades, no se queda atrás el reino vegetal, más evolucionado. Cualquier manualito de botánica explicará que el girasol se da vuelta, que la campánula se cierra, la sensitiva se encoge y la mimosa se emborracha con alcohol y muere bajo la acción de un veneno. Añade que se trata de respuestas mecánicas, naturales, como sucede con el geotropismo o el heliotropismo, o inclinación de las raíces por la tierra y las ramas por la luz. Es decir, que las plantas son algo más que seres orgánicos inertes. Un naturalista alemán, el Dr. H berlandt, descubrió que algunas plantas poseen un órgano de la visión. Por su parte, el hindú Jagadis Chunder Bose demostró que ciertos vegetales reaccionan a los destellos luminosos. Este mismo botánico afirmó que las plantas poseen una especie de corazón que gobierna la circulación de la savia, y aventuró la hipótesis de que también exista en su interior un sistema nervioso.

¿Acaso bromeaba el científico? No faltó quien creyera en tal posibilidad, pero un sabio Inglés supo reforzar la tesis de Chunder Bose: el Dr. Ronald Hubbard, director de un Instituto de investigaciones en Sussex, Inglaterra, realizó: el siguiente experimento: clavó la aguja de un dermogalvanómetro (algo así como un detector de mentiras) en un tomate sano, y el indicador subió al máximo, como si la planta sufriera una reacción nerviosa al dolor. Al clavar la aguja en el tallo de la misma planta y arrancarle un ramita, la aguja se puso a oscilar locamente, como si registrara el dolor y el temor a la amputación.

Igual consideración podría hacerse para ciertas especies animales. El profesor Liev Firstov, del Instituto de Investigaciones Geológicas soviético, estudió las costumbres de los tritones (anfibios muy cercanos a la salamandra), y halló lo siguiente: “Suelen permanecer varios siglos en estado de hibernación bajo enormes capas de hielo y fango. Si se les amputa una pata o la cola, reconstruyen las partes perdidas en sólo tres meses. Y en cuatro son capaces de formar un ojo traspasado por una aguja, y en diez meses pueden hacer crecer un ojo que les fue extirpado”.

¿Cual es la conclusión?

Muchos científicos aseguran que en alguna ocasión hubo oxígeno en Marte. Hoy, este planeta parece la imagen envejecida de lo que será la Tierra dentro de unos millones de años. En tales condiciones, no podemos por menos que preguntarnos: ¿pudo haber alguna vez vida en Marte, inteligente o no? Y de ser así, ¿es posible que aquella vida se adaptara a los cambios sufridos por el planeta, al igual que los organismos terrestres que acabamos de ver?


Referencias
  • Revista DUDA, (Mayo, 1971). La opinión de la ciencia, Extraños organismos vivos. Revista DUDA, (1:6)

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