Se llamaba Geli Raubal. En 1931 tenía 23 años. Vivía en Munich con su tío y apareció muerta de un tiro disparado por la pistola de Hitler. El caso se cerró rápido como suicidio, pero quedaron muchas dudas.
Faltaba una letra, la “d”. Nadie en su sano juicio hubiese terminado la carta con una palabra a medio escribir. La “d” ausente era el final de “und”, que en el idioma alemán significa “y” (como en español es una sola letra, sería algo así como si a la “y” le faltara medio trazo). La carta terminaba con una “y…..”. Parecía que al autor lo hubiesen incomodado con alguna interrupción. Decía: “Cuando vaya a Viena, espero que pronto iremos juntos a Sommering y….” La escritura era normal y las últimas letras, la “u” y la “n” de “und” fueron escritas con líneas finas y de pulso sereno, como el resto.
El perfume de quien había escrito seguía flotando en la habitación. El cuerpo de Geli Raubal, una atractiva chica de 23 años, de cabello castaño oscuro y ondulado, había caído al lado del pequeño escritorio donde redactaba la carta, que estaba ubicado en uno de los dormitorios del amplio piso de Prinzregentenplaz, en Munich. Horas antes, en el almuerzo, por ese viaje a Viena que ella quería realizar había discutido a los gritos con su tío Alfie o Alf, como lo llamaba cariñosamente. Para los demás era Adolfo Hitler. La pistola de su tío, una Walther 6.35, estaba cerca y de esa arma salió el disparo. Una bala le había atravesado el pecho. Era el 19 de setiembre de 1931.
Ocho años antes, Hitler había salido de prisión donde estuvo por agitador y le pidió a su hermanastra Angela Raubal que fuese a Munich a ocuparse de su casa. Ella fue con su hija, Geli. Hitler, enseguida, quedó arrobado.
No era la primera mujer de su vida pero Geli fue especial apenas la conoció. Antes y después, las relaciones amorosas de Hitler habían sido al menos extrañas. Eran distantes, sin emoción, artificiales. Así ocurrió con la actriz Renaté Mueller, con Maria “Mimi” Reiter, con Helena Hanfstaengl, con Henrietta Hoffmann y hasta con Eva Braun, que se convertiría en su esposa en los últimos instantes de sus vidas en el búnker de Berlín, en 1945.
Pero Geli… En 1931 se había convertido en una muchacha simpática, de grandes rasgos, vivaz, coqueta y frívola. No era una belleza pero tenía su encanto. Hitler se paseaba con ella por todo Munich, la llevaba a la ópera, la adulaba en público, le compraba ropa personalmente, la exhibía. Y Geli se aburría enormemente, como con las clases de música que le pagaba su tío.
Ella fue la única que rompió con un molde que Hitler cumplía y hacía cumplir a rajatabla con las mujeres: jamás debían ser protagonistas, y en las escasas oportunidades que les permitía concurrir a alguna reunión de camaradas, en alguna cervecería, debían participar modestamente y nunca pontificar o contradecir a Hitler.
Geli, sin embargo, era el centro de atención cada vez que su tío la llevaba al Café Neumaier o al Café Heck, de Munich. Todas las licencias y todas las banalidades le estaban permitidas. El se mostraba encantado y sus partidarios más cercanos lo veían como a un adolescente enamorado a pesar de que le llevaba 19 años. De hecho, los biógrafos del dictador nazi aseguran que sólo dependió emocionalmente de dos mujeres, su madre y Geli Raubal.
Pero las cosas no eran tan sencillas para Geli. Hitler era insufrible. La celaba hasta la enfermedad, no la dejaba salir del piso de Prinzregentenplaz sin su permiso, controlaba sus viajes y mayormente no los autorizaba.
Geli tuvo un affaire con Emile Maurice, chofer y guardaespaldas de Hitler. Cuando el Fuhrer se enteró le hizo una escena tal al joven que éste pensó que le iba a pegar un tiro. No fue así. Lo despidió. Luego contrató a Frau Bruckmann para que hiciera de dama de compañía de Geli. Debía salir siempre con ella y jamás regresar tarde. Todo estaba controlado y dirigido. “Mi tío es un monstruo. Nadie puede imaginar lo que exige de mí”, confesó Geli.
Ella quería libertad y su tío le imponía una vida asfixiante. A pesar de que quería a Geli como un loco, este matiz de la personalidad del dictador se mantuvo inalterable con las siete mujeres que mantuvierion relaciones amorosas con él. Seis de las cuales se suicidaron o lo intentaron, inclusive la última, Eva Braun.
En 1931 los funcionarios de Justicia de Baviera, provincia a la que pertenece la ciudad de Munich, ya eran todos nacionalsocialistas. Enseguida se habló de que Geli se mató manipulando o jugando con el arma de Hitler, versión que hicieron circular los propios nazis.
Luego de una rápida autopsia se sentenció que se había tratado de un suicidio y el cadáver fue enviado de prisa a Viena. ¿Una suicida que se dispara en el pecho? Los sacerdotes vieneses no creyeron la historia nazi y permitieron que Geli fuese enterrada en suelo consagrado, circunstancia que les estaba prohibida a los suicidas.
Cuando ocurrió la muerte, Hitler tenía una coartada: estaba en un hotel de Nuremberg para una reunión política. El mismo 19 de setiembre volvió a Munich y lo hizo tan rápido que la policía lo detuvo unos instantes por exceso de velocidad. Sus hombres más cercanos contaron que al conocer la noticia se puso histérico y luego cayó en una gran depresión.
Se recluyó en la cabaña que su amigo y editor Adolf Muller tenía sobre el lago Tegernesse. La historia que circuló entre los allegados fue que el líder del partido hablaba de dejar la política y hasta se cuenta que Rudolf Hess, quien fuera luego su lugarteniente, se apresuró a quitarle una pistola de la mano con la que pensaba matarse. ¿Qué hubiese sido de la historia si Hess no llegaba a tiempo?.
El escándalo sacudió al partido. En una semana había elecciones municipales en Munich y un titular periodístico se atrevió a decir: “El partido (nazi) está gobernado por homosexuales y solteros emperdernidos”. El periódico “Munchen Post” señalaba que Geli tenía la nariz rota y otros golpes en el cuerpo. Pero nada figura en la autopsia ni fue mencionado por las dos mujeres que levantaron el cadáver.
Otto Strasser, enemigo político de Hitler, lo trató de sádico y pervertido. Contó que obligaba a su sobrina a desnudarse y que se excitaba cuando ella orinaba sobre su cuerpo. También dijo que un comando de las S.S. fue el que eliminó a Geli porque estaba embarazada de un joven artista judío. Además, su tío tenía miedo de que Geli lo abandonara y comenzara a hablar de sus relaciones íntimas.
Si las palabras de Strasser podían estar manchadas de animosidad, las de Angela, la mamá de Geli, subrayaron el misterio. Según le contó a oficiales estadounidenses luego de la guerra, su hija quería casarse con un violinista y tanto ella como Hitler se lo prohibieron terminantemente. Hubo quien pensó que el ansiado viaje a Viena del que hablaba la última carta era para ver a ese novio. Otros dijeron que estaba embarazada del muchacho y que su intención era ir a abortar.
Un año y medio después de la muerte de Geli Raubal, el periodista Fritz Gerlich, dueño del “Der Gerade Weg”, anunció que revelaría en su diario quién ordenó la muerte de Geli. Pero en marzo de 1933, un escuadrón de tropas de asalto de las S.A., otro grupo militarizado del partido nazi, entró a su despacho, destruyó los archivos y le dio una paliza. Lo mandaron al campo de concentración de Dachau. Un mes después, George Bell, uno de los principales informantes de Gerlich, fue asesinado. Lo mismo ocurrió con Gerlich pero el 30 de junio de 1934, en la llamada “Noche de los Cuchillos Largos”, cuando el líder nazi desató asesinatos por todas partes para deshacerse de las S.A.
Tal vez Geli, desesperanzada, se haya suicidado para escapar a la presión psicológica que ejercía su tío. O acaso él la mató o la haya mandado a matar. Lo seguro es que los temores de los suyos sobre el futuro político de su jefe y de su partido se disiparon pronto. En las elecciones de Munich de 1931, los nazis salieron segundos muy cerca de los socialdemócratas. Y en 1933 Hitler fue canciller del Reich. La muerte de Geli Raubal quedó olvidada, sepultada por millones de otras muertes que vinieron después.
- Fierro Escalante, Santiago, (2011), Historias Reales de Misterio, Anécdotas verídicas sobre hechos inexplicables y casos reales de misterio, Córdoba, Argentina, Editorial Imagen